No nos permita el destino
elevar nuestras frentes
a la altura de su espada.
No se resistan los vientos
al fiero desafío
de su gélida mirada.

Orgullo silencioso
que ha portado por eras,
y la promesa más amarga
por ser tomada en vida.

Palabras que hoy pesan
como pérdida infinita.
Te alzan, en efecto,
de entre los sórdidos pueblos
de intenciones mezquinas;
pero oscurecen, de igual manera,
las divinas melodías,
los sueños de tiempos más nobles...

Sueños que suspirarán por siempre
sus delicados dones en tu oído;
a través de mil Cruzadas solitarias,
durante las incesantes desventuras
de tu inmutable camino.


once


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