Valdría más afianzarse al azar y al destino,
o a sueños perdidos en lejana memoria;
escuchar y creer en dudas milenarias
que afirmar ciegamente las verdades de mi boca.

Mis ojos no ven más allá de un día en que
constantes pudieran ser lugares y rostros,
y, lo que tomasen de unos y otros,
fueran memorias de un ser que, hoy, no conozco.

Pero mientras tejen mis actos
la obra de mis pensamientos
he perdido el sentido del tiempo
y el valor del mundo finito.

Esta pena que se niega a fluir de mis ojos,
esa brisa hostil de reproches y miedos,
esta coraza débil, de incontables defectos,
son obra orgullosa de mis hábiles manos.

Y, al ver todo su entorno corrompido,
armado en contra suya por proceder propio,
callar y fingir no será una salida,
sino el disfraz único de sus contradicciones.


ocho


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