Cuando mis ojos no lo escojan
dejaré de mirarte.
Mientras me envuelven las suaves alas
de mis queridas memorias.

He vuelto de mi sueño,
he vuelto de la eternidad
y de los inmensos prados vacíos
del paraíso.
Y tocaron mis dedos lentamente
la poco bondadosa
firmeza de la tierra,
y colapsaron mis brazos
en un escaso momento de guerra,
que no defendí, no por miedo,
más por haber crecido a mis espaldas.

Absoluta maestría en sus manos,
creando tiernos dobleces de piedra,
y millones de plumas
con que resguardaré tu rostro
mañana, cuando la tormenta no tenga
piedad sobre nosotros.


cinco


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